En el trabajo periodístico, divulgativo, colaborativo, siempre hay entrevistas que tienen un componente especial. A veces es el tema del que versan, otras por la persona que, frente a frente, es capaz de charlar sin los ritmos frenéticos de nuestro encorsetado tiempo.
Hoy nos sentamos a charlar con Jaime Martín, dibujante con décadas de trabajo en el zurrón, y en lo que concierne al mundo de la cerveza artesana, ha sido ilustrador de varias etiquetas de la Textil y del cartel del Barcelona Beer Festival 2022.
Jaime es un trabajador infatigable en lo que le gusta, dibujar. En otros lugares, en otros tiempos, en otras sociedades, su vocación tendría loas constantes. Pero eligió aprender y trabajar en algo que le apasionaba, aunque suponga sobrevivir en un sector con mucha dedicación y poco futuro económico.
Él es un tipo de persona que se encierra voluntariamente volcado en su pasión, de la que disfrutamos los demás, teniendo que mirar constantemente el horizonte del calendario para respirar económicamente. En el otro extremo magos del humo, tahúres de los que no esconden sus trucos de estafa, pululan incluso después de delinquir a lo grande -eso sí, con guantes de seda-, corriendo hacia adelante a golpe de falsas balas dentro de un cargador de tweets. Son tiempos malos para la lírica, o quizá nunca fueron buenos.
Tocado por un virtuosismo del que no se siente dueño, fruto de muchos años de trabajo y perfeccionamiento, Jaime Martín llena de color y calor las novelas ilustradas que son el resultado de años de trabajo.
Fue reconocido con el premio a mejor obra de autor español del Salón del Cómic de 2017 con ‘Jamás tendré 20 años’ (de Norma Editorial), una novela gráfica sobre sus abuelos, que burlaron a la muerte durante la Guerra Civil. En 2021 repitió el galardón con ‘Siempre tendremos 20 años’, un relato dibujado sobre sus vivencias en los 80.
Entrevista a Jaime Martín
Cruzando las primeras frases, el que suscribe ya nota la complicidad de los que vienen luchando desde abajo, de los que han vivido en barrio obrero y los que creen en el sentido común, en la amistad y en los escasos valores a los que uno se puede aferrar según caen las décadas.
Conversamos con Jaime sin la tiranía de un listado de preguntas escritas, o mejor dicho, con ese guion que ya desde el principio se rompe. Es lo que tiene la comodidad de sentirse a gusto con el interlocutor.
Su mirada es firme, curiosa, pero tiene mucho de tímida, también de una falsa distracción, porque detrás del escudo de cristal de sus gafas, Jaime reflexiona profundamente sobre cada frase y tema durante nuestro encuentro.
Nos cuenta que «Cada vez me cuesta más dibujar, no solo físicamente, sino mentalmente. La capacidad de concentración ya no es la misma».
A veces da la sensación de que Jaime arrastra el peso del «sufrimiento universal», una losa que pesa mucho en tiempos en los que las malas noticias son las que copan más portadas. En eso coincidimos, compartiendo sensaciones de un panorama social, económico y ético no muy favorable. Pese a ello al calor de la entrevista impera más el optimismo por las pequeñas batallas ganadas, por un brindis a los mil y un motivos para seguir adelante.
Hablando de la Guerra Civil, uno de los temas que ha trabajado en ‘Jamás tendré 20 años’, Jaime nos comenta: «Mi abuela lo contaba todo, mi abuelo no. En Navidad siempre contaba cuando se encontró muertos a sus a amigos del grupo de teatro de la CNT en Melilla, a los que ella confeccionaba la ropa para las obras. La Guerra Civil la pilló en la Ciudad Autónoma, y logró escapar a duras penas por los tejados, casi como en una película o un guion inventado, avisada por un militar retirado que era fiel a la República.
Mi abuelo era más reacio, contaba cuatro cosas, pero en una ocasión mi hermano logró convencerlo y grabó una cintas de casete con la conversación.»
Jaime nos cuenta que en esa ocasión su abuelo soltó carrete y como si fuese una vía de agua vertió muchas historias poco conocidas en la familia sobre la Guerra Civil y la postguerra.
«Mi hermano tuvo que dar la vuelta a la cinta para grabar, e incluso regrabar encima de la cara A porque mi abuelo hablaba y hablaba. Más tarde, con lo que mi hermano recordaba reconstruyó la primera parte que se había borrado. Seguramente fue un momento de necesidad de soltar todo eso, es muy duro vivir con el dolor dentro y sin comunicarlo a nadie. Supongo que en su día no lo hizo por no sembrar terror a sus hijas durante la dictadura. De hecho después de la Guerra iban continuamente a buscarlo a casa y a extorsionarlo porque tenía, junto a mi abuela, un pequeño negocio de reciclado de botellas. Les recaudaban una pareja de guardia civiles, una de secretas y hasta las monjas que iban por allí. A cualquiera que levantara cabeza se le perseguía con saña. Todo eso lo plasmé en ‘Jamás tendré 20 años’.»
BeersAndTrips: Algo ha cambiado a tenor de que los jóvenes interesados en dibujar puedan hoy formarse en una escuela como la Joso ¿no?
Jaime Martín: Ha cambiado muchísimo con respecto a cuando yo era un adolescente y quería obtener información acerca de materiales, técnicas, etc… Estoy hablando del 81 y 82, no había evidentemente internet, no había revistas de arte que tratasen el mundo del cómic. Había cómics por supuesto, como Creepy o 1984, pero solo estaba enfocado al lector. Y yo quería ser dibujante, entonces esa información técnica solo la teníamos cuando en una de esas revistas se hacía una entrevista a un dibujante y, gracias a que respondía alguna pregunta técnica, podíamos descubrir la marca de plumilla que utilizaba, cómo manchaba las sombras, si utilizaba tinta aguada o con un trapo humedecido en tinta hacía texturas o cualquier cosa por el estilo. Era como descubrir una pepita de oro, y nosotros éramos una especie de buscadores de oro en el Salvaje Oeste.
Por lo tanto, si me pongo en la piel en uno de los chicos o chicas interesados en desarrollar la actividad profesional del dibujante, lo tienen bien. En internet está toda la información que puedas desear y más, hay escuelas especializadas en cómic en muchas ciudades, hay festivales, y el acceso a los profesionales es muy fácil. De hecho a mi me contactan mucho por correo electrónico para preguntarme cualquier tipo de información.
Por otro lado luego se podrá hablar de si es más difícil publicar o no. Yo creo que simplemente la situación ha cambiado y está claro que hay más competencia, pero también hay más oportunidades. Aunque ese sería otro tema.
BeersAndTrips: Sin embargo, ¿crees que se pierde el empirismo que aportaba la calle, ese gran universo que en los 70 y 80 era tan desconocido, insondable, peligroso y fascinante a la vez? Aportando formación en el sentido de aportar ideas, crear historias…
Jaime Martín: Sí, pero solo en el caso de que te interesase ese tipo de cómic. Creo recordar que la mayor parte de los cómics que se publicaban cuando yo era adolescente era de ficción, super héroes, bárbaros, …Y el cómic relacionado con las cosas que pasan en la calle era muy minoritario. Yo cuando descubrí el Víbora era algo muy marciano, con lo que me sentí identificado en el primer minuto porque he vivido toda la vida en Hospitalet. En los 70 y 80 era una ciudad dura, desagradable en muchos sentidos, en otros también peligrosa, no por nada se le apodaba ‘Hospitalet Ciudad sin ley‘.
Entonces ese tipo de temática me pareció imprescindible, porque de golpe vi que había historias que conectaban con mi día a día. Pero no era el tipo de cómic que gustaba a la mayoría.
BeersAndTrips: Y ¿por qué crees que de la misma manera que a la literatura, el cine o la pintura llegó y permeó la crítica social, al cómic tardó tanto en llegar?
Jaime Martín: Cuando yo descubro el Víbora – a través de dos chicas hippies de la clase- y se lo enseño a mis amigos, todos arrugan la cara y dicen que estaba mal dibujado y que parecía un fanzine, porque hasta entonces en nuestra educación como espectadores primaba la estética, la forma por delante del fondo. Sin embargo descubro que, leyendo El Víbora, el virtuosismo gráfico me importa cero y mi interés se centra en el contenido.
Y en esos años no tardó mucho en calar, y El Víbora se convirtió en una revista super ventas. De ser algo marginal tomó contacto con el público, entiendo que porque éramos muchos los que vivíamos en un entorno urbano, y que salíamos de años de dictadura y represión. Y era una revista en la que la gente se desfasaba contando las historias, siendo una forma más de vivir la libertad en esos años de Transición.
En fin, creo que hubo que romper un poco con esa atadura de lo “estéticamente correcto” para darnos cuenta que había un mensaje más allá de los dibujos.
BeersAndTrips: En cierta ocasión, entrevistando a Jabier Goitia, ingeniero técnico en las obras de restauración del Puente Colgante de Portugalete (Patrimonio de la Humanidad) nos decía que a él le gustaba más el Bilbao de los 80. Reivindicaba en cierta manera lo feo, al menos por lo de auténtico, plural y reivindicativo. ¿Tú piensas algo parecido de Barcelona?
Jaime Martín: Relativamente. Puedo echar de menos la conciencia de clase y el espíritu reivindicativo que había en la Hospitalet de los 80, algo que ha quedado reducido a través del desgaste premeditado para desprender a la gente de la conciencia de clase. Pero por otro lado el Hospitalet de los 80 era terrible, incluso Barcelona. Recuerdo cuando íbamos Les Enfants Terribles que era una discoteca heavy en el barrio chino, y al volver era normal encontrarse un yonki pinchándose dentro del metro.
BeersAndTrips: ¿El cómic, la literatura o el cine funcionan como antídoto contra la desmemoria?
Jaime Martín: Contra la desmemoria funciona todo, cualquier cosa que nos haga recordar. Otra cosa es que la gente esté dispuesta a realizar ese ejercicio. En los 70 había la canción protesta, en los 80 teníamos La Polla Records, que me flipaban, y El Víbora se empezó a editar en el 79, aunque quizá el cómic más social y contestatario tardó algo más en calar en el público… Aunque los autores fundacionales de la revista, como Gallardo, Nazario o Max, ya tenían una trayectoria previa en medios más alternativos.
En cualquier caso, al final no es tanto el medio porque cualquiera sirve para transmitir la memoria, si no preguntarnos si estamos dispuestos a interesarnos de dónde venimos para tener una perspectiva del mundo que habitamos y cómo se le va a dar continuidad. La victoria que se ha conseguido desde el poder en el despojo de la conciencia de clase creo que va en detrimento de todos. Puede parecer una postura muy politizada y arcaica pero eliminar la ideología del pensamiento de las personas ha sido una trampa para vaciarnos de contenido, para que se pueda hacer con nosotros lo que sea. La memoria debería servir para darnos cuenta que este truco no es nuevo, de que el embrutecimiento social, revestido de una falsa sensación de “libertad”, no conduce a nada bueno para quienes estamos por debajo de aquellos que ostentan el poder.
Solo hay que ver como la publicidad intenta inculcar que somos libres porque con un coche o con un móvil, o con toda la música de Spotify descargada somos mejores o más felices. Han vaciado del verdadero sentido a la palabra Libertad, que debe ser de pensamiento, opinión o de elección. ¿Realmente tenemos libertad? No hay más que ver a los músicos perseguidos, encarcelados.
BeersAndTrips: En tu caso dibujar fue una forma de expresarte, de comunicarte, de recordar o hacer recordar?
Jaime Martín: Yo dibujo historietas porque supongo que tengo un punto antisocial. No me gusta el mundo que habito y es una manera de estar en mi burbuja, entretenido. Yo mirando las noticias lo paso mal, sufro doblemente haciéndome dueño del dolor de otros.
BeersAndTrips: Entonces es una oxímoron, problemas para socializar con empatía total…
Jaime Martín: Sí. Tengo un problema de demasiada empatía que a veces me hace sufrir. Y así, en mi burbuja de trabajo me mantengo un poco de lado. Pero al mismo tiempo, como soy consciente de que no me gusta la deriva que toma el mundo, mi interés en hacer cómics es aportar algo que contribuya a mejorarlo -aunque si el Rock And Roll no cambió el mundo, pues el cómic va a ser que tampoco-. Aún así lo intento, desde recuperar lo que yo considero un pasado importante como la lucha que tuvieron nuestros abuelos para hacer una sociedad mejor, hasta tratar temas que creo que deben ser reivindicados. Por eso me resulta doblemente liberador el trabajo de hacer historietas, porque me permite trabajar apartado de la sociedad y al mismo tiempo tengo la ingenua impresión que estoy haciendo algo por ella.
Por otro lado soy consciente que no son temas muy comerciales, pero priorizo trabajar en aquello en lo que me siento identificado. Por ejemplo ahora estoy dibujando una historia de una señora anciana que vive en lo alto de la montaña, y que trata de cosas desagradables como la marginación social, la soledad o la muerte.
BeersAndTrips: A veces lo que a priori puede no parecer comercial acaba llegando al gran público, como Arrugas, o Persépolis…
Jaime Martín: Todos los que estamos haciendo cómics somos conscientes de que no hay una fórmula para llegar al público y suele ser cuestión de azar. Gente que ha llegado a dar el pelotazo con una historia no lo ha conseguido repetir, y el hecho de que no haya un secreto hace incluso mejor nuestro trabajo porque el éxito te llega de forma inesperada, como un premio de lotería.
BeersAndTrips: Decía Javier Mariscal hace unos días en una entrevista sobre el 30 aniversario de los juegos Olímpicos y su Cobi que «Nací blanquito, chico, de familia bien y con una flor en el culo. Pero nací estropeado. Soy disléxico, anumérico, no sé sumar. Era el rarito. Pensaba que era tonto. Dibujar me salvó». Siendo un contrapunto total a tu trayectoria, ¿compartes lo de que dibujar te «salvó»?
Jaime Martín: Me salvó porque yo de pequeño era muy vergonzoso e introvertido. Recuerdo que en 5º de EGB los profesores llamaron a mis padres para saber si teníamos problemas en casa, preocupados por mi déficit social. El dibujo me hizo la vida más fácil como crío. Al no establecer relaciones sociales, dibujar fue una herramienta para relacionarme en el colegio e instituto.
A mi me resultaba más fácil contar cosas a través de los dibujos que de otra forma. Quizá necesitaba dar salida a mis preocupaciones, y ha sido la excusa perfecta para construirme una burbuja en la que meterme y aislarme a modo de defensa de un mundo que me resulta gran parte del tiempo desagradable. Trato de dar salida y fruto a mi cabreo con las historias que dibujo.
BeersAndTrips: En los 80 se hacían y decían cosas en la música, el cine o los cómic que hoy corren riesgo de desatar el botón nuclear de Twitter. ¿Crees que la auténtica libertad ha quedado en cierta manera enterrada con el puritanismo que parece regresar?
Jaime Martín: Ha habido un retroceso y recorte de libertades. E incluso yo he rechazado reeditar historias que escribía de joven en los 80 porque en primer lugar ya no me siento identificado con lo que dibujé en su momento, pero además tanto el lenguaje como la temática son totalmente fruto del contexto del momento, y aunque en su momento eran parte de la realidad que vivía yo en primera persona hoy serían tachadas de machistas u homófobas. Eso me obligaría a, si se reedita tal como se editó en los 80, confiar en que la gente lo sepa poner en contexto, y aún así debería soportar una lluvia de improperios vía RSS, o bien autocensurarme y reescribir partes de los diálogos, la cual cosa restaría credibilidad a la obra a vista de quienes hubiésemos vivido aquellos años. No me apetece pasar por ninguna de las dos situaciones.
BeersAndTrips: En un mundo en el que unos nos hablan del metaverso y otros seguís pintando a mano como si fuesen incunables, ¿el mundo del dibujo manuscrito tiene futuro?
Jaime Martín: En una rueda de prensa durante el salón del cómic Viñetas desde o Atlántico me preguntaron justo sobre esto. Y yo respondí que «el cómic, tal y como lo conocemos no pervivirá para siempre». El diario La Voz de Galicia lo puso como titular y no tardaron en aparecer algunos comentarios en redes tachándome de cenizo y no sé qué más.
Lo triste es que, aunque sacado de contexto, quien se escandalizó por una simple opinión no se paró a razonar ese “tal y como lo conocemos” del titular. Un cómic publicado en papel y tapa dura dejará de ser el formato estándar algún día, o tal vez será muy minoritario y elitista. Puede que lo que hoy conocemos como cómic se publique sólo digital por cuestiones medioambientales, qué sé yo. Al final nada dura eternamente, y pretender que lo que te gusta lo van a ver tus bisnietos es ingenuo. No va pasar o no pasará como tú pensabas.
El cómic es un medio vivo que se va transformando y en algún momento igual el cambio es tan grande que ni lo reconoceremos.
BeersAndTrips: Hablando de birra ¿Qué vinculo tienes con la cerveza artesana, eres consumidor?
Jaime Martín: Creo que la primera cerveza artesana que probé fue, si no me equivoco, hace unos ocho años a través de un amigo de mi hermano que la había elaborado como homebrewer. Y me pareció terrible. La segunda vez fue en Puigcerdà en una feria y recuerdo que estaba muy amarga y no me acabó de convencer del todo. Hoy mi parecer sería muy distinto. De hecho mi desconocimiento era total, yo pensaba que la cerveza artesana era eso “artesana”, como si fuese un sólo tipo de cerveza. No sabía de ipas ni stouts, ni hostias. Yo venía, desde la adolescencia, de beber como todos cualquier cosa etiquetada como cerveza. De ahí pasé a descubrir, con 18 años, las cervezas belgas y se me abrió un paraíso.
El primer tap room que visité fue Napar BCN, en 2016. Fue una buena experiencia, pero iba a ciegas. Ahora hay mucha información pero cuando empecé a adentrarme en este tipo de garitos aprendí mediante prueba y error, fijándome en las etiquetas descubriendo qué demonios eran los IBU’s, el dry hop, los diferentes estilos….
Antes de descubrir la cerveza artesana solía tomar más vino que cerveza, porque venía de la cerveza industrial que es un aburrimiento. Con el vino disfruté de una época interesante, con catas y aprendiendo cuando probaba algunos en los viajes de trabajo para reunirme con la editorial franco belga con la que colaboro. En Francia disfrutaba como loco con los vinos cuando salía a promocionar mis libros y cuando iba Bélgica me pasaba lo mismo con las cervezas.
BeersAndTrips: ¿Qué estilos de gustan más?
Jaime Martín: Cuando descubrí el olor del lúpulo empecé a tomar las IPA, NEIPA y cualquier birra que llevase doble o triple dry hop. Fue como la magdalena de Proust, un viaje al pasado que me recordaba los años de adolescente en los que fumaba hierba. Me harté de lúpulo. Ahora estoy apreciando mucho las micro IPA.
Las sour nunca me habían llamado la atención pero el verano pasado me pedí una sabiendo que se caracterizan por su acidez. Ya tenía el paladar preparado porque a mi padre le había dado por tomar sidra natural en las comidas, así que cada vez que iba a visitarlo bebía sidra, de manera que la sour me sentó de maravilla. Las sour y berliner weisse ya están incorporadas entre mis preferidas en época de calor.
Las cervezas negras no son muy de mi agrado aunque trato de alternar y probar cosas diferentes y de vez en cuando tomo algunas, aunque el lúpulo sigue susurrándome al oído.
BeersAndTrips: ¿Sueles dejarte caer en festivales o bares de cerveza artesana?
Jaime Martín: En cervecerías sí. Cuando empecé iba mucho a la Maison Belge, Lambicus, Garage, Brewild, La Textil, Abirradero…
Hace poco en Girona conocí el taproom de Dos Kiwis, chulísimo.
Al Barcelona Beer Festival no podré ir porque tengo programada la asistencia a la feria de libro de Saint Etienne ese mismo fin de semana. Una pena, porque aún no he ido nunca al BBF.
BeersAndTrips: ¿Y cómo llaman a tu puerta desde la organización del BBF para proponerte el diseño del cartel?
Jaime Martín: Por cuestiones del azar. Durante la pandemia descubrimos que la Textil organizaba una visita guiada y fuimos unos amigos para allá. Catamos las cervezas y más tarde en una cata de las cervezas de Brian en Brew Wild volvimos a coincidir y nos pusimos a colaborar en varias etiquetas. Y así, hablando con Carlos de Brew Wild me dijo que si quería exponer en el local. Parece que Mikel del BBF vio la exposición y le gustaron también los diseños que hice para la Textil y me propuso hacer el cartel así que fue todo rodado, sin buscarlo.
BeersAndTrips: La alegoría a la película Forbidden Planet es más que evidente, aunque en esta ocasión el extraterrestre prefiere llevarse la cerveza artesana en vez de a la actriz Anne Francis.
Jaime Martín: Yo estaba inmerso dibujando en la historia que te comentaba de la anciana en el Pirineo en el siglo XIX. Estaba buscando documentación gráfica y encontré unos carteles de publicidad que un ilustrador francés realizó para unas estaciones de esquí. Indagando un poco en Google descubrí que Roger Soubie era el mismo autor del cartel de la película El planeta prohibido, y quise hacer un homenaje del extraterrestre llevándose la cerveza.
BeersAndTrips: En una entrevista en Jotdown hablabas de la lucha intestina que hay a veces entre los propios círculos de dibujantes y lectores de cómics. En la cerveza artesanal hay también un debate entre los que reniegan de los cerveceros que «se venden» haciendo daño al sector cuando en festivales se permite el acceso de «crafty» o incluso industriales. ¿Cuál es tu postura al respecto desde tu posición de consumidor?
Jaime Martín:Yo también he oído comentarios acerca de la entrada de Ipa’s industriales en los lineales de los supermercados y de las llamadas craftys en algunos festivales. Lo que pienso como consumidor es que todo debe quedar bien claro, sea cerveza o cualquier otra cosa. Si es un producto industrial no debe tener un etiquetado ambiguo que nos haga creer que es lo que no es. Permitir eso es arropar a las cerveceras industriales bajo un halo de “autenticidad” que ni les corresponde ni se lo han trabajado. Todo el mundo tiene derecho a consumir una IPA industrial o artesana, pero debe saber lo que consume y tomar la decisión que le convenga. A partir de ahí, el trabajo de las cerveceras debe ser el de vender las bondades de cada producto en igualdad de condiciones, sin lugar a engaños propiciados por leyes bastante laxas en lo referente a etiquetado y publicidad.
Ya fuera de los supermercados, me ha hecho daño a la vista ver Estrella Galicia y Alhambra en sendos tap room de A Coruña y Granada (pongo estos dos ejemplos por ser los últimos que he visto). A mí un sitio así puede que al primer vistazo me eche para atrás, pero al final sé lo que beberé y lo que no, de manera que si no hay una pantalla de televisión poniendo fútbol (eso sí que me hace salir corriendo) me meto dentro. No le voy a decir a nadie como llevar su negocio, puede que incluso no sea tan mala idea tener un tirador de alguna mierdaca industrial junto a cervezas de verdad. Quizá sea la mejor manera de evangelizar a esas almas descarriadas y que de ahí salten al tirador de al lado y descubran la buena cerveza artesana.